8 de diciembre de 2012

Ante la Palabra Muerte

De mis más profundas experiencias una de ella cambió mi forma de ver la muerte. Sí, muchos le temen a esta palabra, lo que implica, el como será y cuando, pero eso está en las manos de Dios. Por ello aunque tenemos el libre albedrío, éste no nos da el derecho de terminar con la vida. Sus consecuencias, muerte eterna.

Experimentar este cruce de partir y llegar al cielo solo te deja el sabor y la im

periosa necesidad de quedarte. No hay palabras para describir y transmitir a otro lo que tus ojos ven. Sublime, divino, una belleza más allá de lo racional y lógico, el hecho de abrir tu boca y buscar en todos los rincones de tu mente palabras para expresarlo, te dejan en esa misma posición, una boca abierta sin palabras...

Como el apóstol Pablo para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Pero mis deseos fuertes de partir y estar con Él en ese lugar son inmensos y malinterpretados. ¿Quién en su sano juicio y lógico puede ver algo que indescriptiblemente te llena de la esencia pura de Dios, sin dolores, lágrimas, pruebas y tentaciones, en fin llegar al hogar celestial y eterno que siempre deseaste llegar y no querer volver allá para quedarte para siempre? Quien no lo sienta así no sé que espera hacer de su vida para dejar a su suerte el final eterno de su camino.

Hoy estamos y cada día es una oportunidad para vivir para Dios, disfrutando sus bendiciones y asegurándonos que la meta no es lo que una lápida pueda decir de ti sino el cielo.

Regresar te produce tristeza y melancolía pero éste trae un propósito en sí mismo, un por qué y una labor que realizar a través del amor. Es una necesidad que debe ser cubierta antes de terminar. Es aprender a desprenderte de ti mismo por amor a otros. Es despojarse cada día más de ti para que Cristo crezca en tu vida por amor. No es lo que puedo obtener en prosperidad y riquezas sino que la paga de realizar ese trabajo son las almas necesitadas y angustiadas que necesitan de Dios y le reciben mostrando que el trabajo no es en vano.

No sé cuanto tiempo me quede, sin embargo desde la prisión de la enfermedad y dolor, desde lo frío y solitario de las luchas, el fuego que aviva la fortaleza y esperanza en regresar a mi celestial hogar, me gratifican y motivan a continuar el camino que con humildad he de caminar. Sin miedo a morir porque más allá del sol hay un lugar hermoso que me espera.

Si fuera tu último día ¿sabrías donde pasarás la eternidad?

No es una elección de Dios donde terminará tu alma, es una decisión personal que solo tú debes tomar. Cuando recibes a Cristo como tu Único y Exclusivo Salvador viviendo para Él aseguras una eternidad en el inmenso y maravilloso cielo, de lo contrario existe un lugar que muchos piensan que ésta aquí en la misma tierra y están en él a diario, el infierno. Y ¡No!, un día también lo vi y lo que se ve a diario no se compara con lo que allí pasa.

Los amo y le ruego a Dios por la vida de cada uno de ustedes. ¡Shalom!

Filipenses 1:21-24
21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.
23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;
24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.







 

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